Artes visuales
Cuarto grado
Lee el siguiente cuento de Laurence Anrolt:
Camille y
los girasoles
Donde vivía Camille, los girasoles crecían tan altos
que parecían soles de verdad: todo un campo de soles ardientes y amarillos.
Todos los días después del colegio Camille atravesaba
el campo de girasoles para encontrase con su padre, que era cartero. Juntos
descargaban las pesadas sacas de cartas.
Un día llegó un hombre extraño al pueblo de Camille. Tenía
un sombrero de paja, barba amarilla y unos ojos pardos y vivarachos.
—Soy Vincent, el pintor -dijo, sonriendo a Camille. Vincent
fue a vivir a la casa de color amarillo al final de la calle de Camille. No
tenía ni dinero ni amigos.
—Intentemos ayudarle -dijo el padre de Camille. Y cargaron
la carretilla del correo con cazos, ollas y muebles para la casa de color
amarillo.
Camille cogió un gran ramo de girasoles para el pintor y los
puso en un gran jarro de color marrón.
Vincent estaba muy contento de tener dos buenos amigos.
Vincent le preguntó al padre de Camille si le agradaría
que le hiciera un retrato, vestido con su mejor uniforme de color azul. —Debes
quedarte muy quieto -dijo Vincent. Camille lo observaba todo. Le encantaban los
colores brillantes que usaba Vincent y el olor intenso de la
pintura.
Vio la cara de su padre aparecer en la tela como por
arte de magia. El retrato era extraño pero muy bello.
Vincent dijo que le gustaría retratar a toda la familia:
A la madre de Camille,
a su hermano mayor
y a su hermana pequeña...
y, finalmente, al mismo Camille.
Camille estaba muy emocionado: ni siquiera le habían sacado
una fotografía con una cámara.
Camille llevó su retrato al colegio. Quería que todos lo
vieran. Pero a los otros niños no les gustó el retrato. Todos se rieron. Esto
hizo que Camille se sintiera muy triste.
Después de clase, algunos de los niños mayores comenzaron a
burlarse de Vincent.
Corrían detrás de él cuando salía a pintar. Hasta los
mayores se unieron a la burla.—Es hora de que consiga un trabajo
serio-dijeron-, en lugar de pasarse el día jugando con las pinturas.
Camille pasaba las horas viendo cómo pintaba Vincent.
Hacía mucho calor, pero Vincent trabajaba con rapidez. Pintaba los campos de
girasoles e incluso el mismísimo sol. "Es el Hombre de los Girasoles"
se dijo Camille.
Pero a pesar de lo mucho que Vincent trabajaba, nunca
lograba vender ningún cuadro. —Si yo tuviera mucho dinero -dijo Camille —me
gustaría comprarlos todos. —Gracias amigo -dijo Vincent, riendo.
Una tarde, cuando Camille y Vincent regresaban de los
campos, algunos de los niños del colegio de Camille los esperaban.
Le gritaron a Vincent y le tiraron piedras.
Camille quiso detenerlos, pero ¿qué podía hacer?
Sólo era un niño pequeño. Al final se volvió a casa
llorando.
—Escucha, Camille -dijo su padre-, la gente suele reírse de
las cosas diferentes, pero tengo la sensación de que un día aprenderán a amar
los cuadros de Vincent.
Esa noche Camille tuvo un sueño extraño. Vio a Vincent
de pie bajo la luz de la luna en las alturas que miraban al pueblo.
Vincent había pegado unas velas en su sombrero para poder
ver. ¡El Hombre de los Girasoles estaba pintando las estrellas!
A la mañana siguiente, temprano, unos golpes fuertes en la
puerta despertaron a Camille. Algunos hombres del pueblo habían venido a ver a
su padre.
—Oye, Cartero -dijeron-queremos que entregues esta carta a
tu amigo. Pone que debe empaquetar sus pinturas y abandonar nuestra ciudad.
Camille se escabulló por la puerta trasera. Corrió calle abajo hasta la casa de
color amarillo.
El interior parecía muy silencioso. Entonces Camille vio los
girasoles que había cogido para Vincent: todos estaban secos y muertos. Camille
se sintió más apenado que nunca. Vincent estaba en el piso superior, haciendo
las maletas. Parecía muy cansado, pero le sonrió a Camille.
—No te pongas triste -dijo-. Ha llegado el momento de que
pinte en otro sitio. Tal vez allí les gusten mis cuadros. Pero primero quiero
enseñarte una cosa...
Vincent cogió un cuadro grande. ¡Eran los girasoles de
Camille, más grandes y brillantes que nunca! Camille miró el cuadro. Y también
sonrió. —Adiós, Hombre de los Girasoles-susurró, al salir corriendo de la casa
de color amarillo a la luz del sol.
El padre de Camille tenía razón. Finalmente, la gente
aprendió a amar los cuadros de Vincent. Hoy haría falta mucho dinero para
comprar uno. Pero ahora la gente de todo el mundo va a los museos y a las
galerías de arte sólo para ver los cuadros de La Casa Amarilla, de Camille y su
familia y, especialmente, el cuadro de Los Girasoles: tan brillantes y
amarillos que parecen soles de verdad.
El cuento que acabas de leer está basado en la vida de Vincent van
Gogh, un artista que nació en Holanda el 30 de marzo de 1853.
De joven fue al seminario para convertirse en sacerdote como su
padre. No se dedicó seriamente a la pintura hasta los veintisiete años.
A los treinta y cinco, Vincent se dirigió al sur de Francia en busca
del sol y de unos colores más brillantes. Allí se hizo amigo de la
familia de Camille. Durante este período pintó más de 150 cuadros, aunque sólo
vendió uno durante toda su vida. Vincent se volvió solitario y enfermó y,
finalmente, durante un ataque de locura, se cortó una oreja. Lo
ingresaron en un hospital, pero incluso allí siguió pintando. En mayo
de 1890 viajó hacia el norte, hasta Auvers-sur-Oise en busca de la
ayuda de un médico amigo. Pero sólo dos meses después se disparó un tiro con
una pistola. Murió el 29 de julio y fue enterrado en el
cementerio de la localidad, muy lejos del sol y los colores que había
llegado a amar tan intensamente.
Ahora que conoces un poco de la vida de este artista tan
famoso y de sus girasoles debes realizar la siguiente actividad:
En tu carpeta de Artes dibuja uno o más girasoles, podes
hacerlos de la forma que más te guste, siempre utilizando todo el espacio en tu
hoja. Luego vas a pegar sobre tus girasoles diversos materiales para darle
color, podes usar papeles, lanas, telas, cartones y lo que se te ocurra. ¡Manos
a la obra!
ESTA LINDO
ResponderBorrarESTA BUENO
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